La posibilidad de asistir a una conferencia inspiradora, vivir la emoción de un festival de música o participar en una gran feria cultural debería estar al alcance de todas las personas. Sin embargo, en Latinoamérica aún persisten barreras que excluyen a una parte importante de la población. Estudios de la Organización Panamericana de la Salud señalan que más del 15 % de la población de la región vive con alguna forma de discapacidad, ya sea motriz, visual, auditiva o cognitiva. A pesar de ello, la mayoría de los eventos masivos no contemplan adaptaciones suficientes para garantizar la inclusión plena. En este artículo exploraremos por qué la accesibilidad importa, qué datos reflejan la situación en la región y cómo se pueden implementar soluciones prácticas para que conferencias, festivales y ferias sean espacios verdaderamente inclusivos.
El reto de incluir a todas las personas
En países como México, Argentina, Colombia y Chile, la legislación avanza hacia la igualdad de derechos, pero en la práctica la realidad de los eventos masivos muestra otra cara. Muchas sedes carecen de rampas adecuadas, señalización accesible o aseos adaptados. Los portales de venta de entradas suelen no ofrecer información clara sobre la disponibilidad de localidades reservadas para personas usuarios de sillas de ruedas o áreas con menor nivel de ruido para quienes tienen sensibilidad sensorial. De hecho, un análisis de la Fundación MusicForAll reveló que apenas uno de cada diez festivales en la región comunica de forma anticipada las facilidades para personas con discapacidad.
La falta de accesibilidad no solo impide la asistencia, sino que también genera ansiedad. Quienes tienen necesidades sensoriales especiales pueden sentirse inseguros al desconocer si habrá espacios tranquilos o si el personal estará entrenado para ayudar en caso de sobrecarga emocional. Esa incertidumbre se traduce en pérdida de oportunidades de aprendizaje, entretenimiento y networking, profundizando la brecha de exclusión.
Planificar con visión inclusiva
La accesibilidad no puede plantearse a último momento. Desde el mismo instante en que se concibe el evento, es fundamental incorporar criterios que garanticen la participación de todas las personas. Para ello, es recomendable visitar el lugar elegido junto con representantes de asociaciones locales de personas con discapacidad. Estos recorridos permiten identificar obstáculos en el acceso principal, en la circulación dentro del recinto y en los servicios de apoyo, como aseos y cafeterías.
En paralelo, conviene revisar la normativa vigente de cada país. Por ejemplo, en México la Ley General para la Inclusión de las Personas con Discapacidad establece la obligación de habilitar rutas accesibles y señalética comprensible. En Uruguay, el Plan Nacional de Discapacidad (Pronadis) promueve la accesibilidad en eventos culturales y turísticos. Con ambos referentes, el equipo organizador puede diseñar un plan maestro que contemple tanto las adaptaciones físicas como las tecnológicas y de comunicación.
Comunicación clara antes y durante el evento
La transparencia es clave para que las personas tomen decisiones informadas. Cuando el sitio web del evento cumple con estándares de accesibilidad digital (WCAG 2.1 nivel AA), las personas con discapacidad visual o auditiva pueden consultar sin dificultad los detalles de las conferencias o el cartel del festival y seleccionar las localidades adaptadas. Además, es fundamental describir en un apartado destacado las facilidades disponibles: si habrá intérpretes de lengua de señas, subtitulado en tiempo real, bucles de inducción magnética o zonas de baja estimulación sensorial.
Conviene asignar un canal de atención directo, como un correo electrónico o un teléfono exclusivo para consultas de accesibilidad. De esta manera, las familias y las personas usuarias saben a quién dirigirse para solicitar customizaciones específicas, como acompañamiento personal, reserva de espacios con sombra o préstamo de audífonos de refuerzo. Una respuesta amable y bien informada no solo resuelve dudas, sino que transmite un mensaje de bienvenida y respeto.
Implementar adaptaciones efectivas
Llegado el día del evento, todas las medidas de accesibilidad deben estar operativas. En primer lugar, el recinto debe contar con rampas en los accesos principales y ascensores o plataformas elevadoras en los tramos con desnivel. Las puertas de entrada han de tener una amplitud mínima adecuada para sillas de ruedas y los pasillos deben quedar libres de obstáculos.
Dentro del espacio, habilitar salas de descanso sensorial resulta esencial en contextos de alta estimulación, como conciertos o ferias con numerosos expositores. Estas habitaciones permiten a las personas reducir estímulos luminosos y sonoros, ofreciendo un entorno con iluminación regulable, asientos cómodos y apoyos como tapones auditivos. Así, quienes experimentan sobrecarga sensorial pueden regular su nivel de estímulos sin salir del evento.
Por otro lado, la formación del personal es un pilar que sostiene todas las acciones. Las personas colaboradoras, desde el equipo de montaje hasta la atención en boletería, deben recibir un breve taller sobre neurodiversidad y protocolos de acompañamiento. Aprender a reconocer señales de agotamiento, ofrecer un trato respetuoso y facilitar información clara son prácticas que mejoran la experiencia de todas las personas.
Casos inspiradores en la región
En la Ciudad de México, el Festival Vive Latino ha demostrado que integrar la accesibilidad refuerza la propuesta de valor. Desde 2023, ese encuentro musical cuenta con un área elevada para sillas de ruedas frente al escenario principal, intérpretes de lengua de señas y un equipo de inducción magnética que mejora la calidad del sonido para personas con audífonos. Como resultado, la asistencia de personas con discapacidad auditiva creció un 35 % en la última edición.
En Bogotá, el Festival Estéreo Picnic lanzó una aplicación móvil que permite planificar recorridos personalizados según la tolerancia al ruido de cada persona. Gracias a ese recurso, las familias pueden anticipar los escenarios menos intensos y organizar descansos en zonas con menor afluencia. El proyecto incluye, además, voluntariado especializado para acompañar a personas con movilidad reducida.
Estos ejemplos muestran que las adaptaciones accesibles no degradan la experiencia, sino que la enriquecen y amplían la audiencia potencial.
Evaluar y mejorar de manera continua
La accesibilidad es un proceso vivo que debe actualizarse tras cada edición. Al cierre del evento, conviene recoger la opinión de las personas visitantes a través de encuestas breves disponibles tanto en formato digital como en papel. Es importante preguntar sobre la claridad de la señalética, la funcionalidad de los baños adaptados, el uso de las salas sensoriales y la atención del personal.
Con esa retroalimentación, las organizadoras y los organizadores pueden ajustar aspectos como la ubicación de los espacios de apoyo, el número de intérpretes o la frecuencia de información durante el evento. Comunicar públicamente las mejoras implementadas fortalece la confianza de la comunidad y demuestra un compromiso real con la inclusión.
Cuando todas las personas pueden participar sin barreras, el valor del evento crece. Se favorece la diversidad de voces en conferencias, se amplía el público de festivales y se enriquece el ambiente cultural.