Cuando la inteligencia artificial protege a las personas mayores del fraude
Imagina recibir una llamada urgente: un supuesto nieto pide dinero porque ha tenido un accidente y necesita ayuda inmediata. La voz es convincente, la situación desesperada. Muchas personas mayores, movidas por la preocupación, caen en este tipo de estafas. En países como Japón se pierden cientos de millones de dólares cada año por fraudes dirigidos específicamente a adultos mayores. Lo sorprendente es que algunos bancos están recurriendo a la inteligencia artificial (IA) y la tecnología más avanzada para protegerlos. La innovación, en este caso, no se orienta solo al beneficio económico, sino también a la seguridad y la dignidad de los clientes más vulnerables.
Un problema global que crece en silencio
El fraude financiero hacia personas mayores es una problemática universal. A menudo se manifiesta en estafas telefónicas, falsificación de documentos, robo de identidad o presiones indebidas para acceder a fondos. El miedo a ser víctima de fraude es tan fuerte que muchas personas mayores prefieren no usar cajeros automáticos ni plataformas digitales.
Este miedo no es infundado: diversos estudios señalan que las personas mayores tienen más probabilidad de sufrir explotación financiera que otros grupos etarios. Esto crea un círculo vicioso: la desconfianza hacia la tecnología lleva a evitar su uso, lo que a su vez aumenta el aislamiento financiero y la dependencia de terceros.
El caso de Japón: cámaras inteligentes para detectar estafas
Japón enfrenta un envejecimiento acelerado de su población y un aumento significativo de fraudes telefónicos. Los estafadores suelen llamar haciéndose pasar por familiares, convenciendo a las personas mayores de enviar dinero con urgencia. Se estima que ocurren unos 15.000 casos anuales, con pérdidas superiores a los 200 millones de dólares.
Para enfrentar esta realidad, el Hokuyo Bank implementó una solución innovadora: cámaras inteligentes con IA instaladas alrededor de los cajeros automáticos. Estas cámaras detectan cuando un cliente permanece demasiado tiempo frente al cajero hablando por teléfono, lo que suele coincidir con las instrucciones de un estafador. En tiempo real, el sistema alerta a los colaboradores del banco, quienes se acercan a conversar con el cliente antes de que se concrete la transacción fraudulenta.
Lo más interesante es que este mecanismo protege sin invadir la privacidad: el sistema no graba las conversaciones, solo analiza patrones de comportamiento.
De la vigilancia al acompañamiento
La clave de estas iniciativas no es solo la tecnología, sino la capacidad de traducirla en un acompañamiento humano. Cuando un cliente recibe la intervención de una persona que lo alerta sobre una posible estafa, no solo se evita una pérdida económica, también se genera confianza en la institución. El mensaje es claro: el banco está de tu lado, velando por tu seguridad.
Esto convierte la tecnología en un aliado silencioso que refuerza la relación cliente–institución, en lugar de percibirse como un obstáculo o una herramienta de control.
Innovaciones complementarias: tarjetas inteligentes y algoritmos de protección
Además de las cámaras inteligentes, existen otras soluciones que buscan blindar a las personas mayores frente al fraude. En Estados Unidos, la fintech True Link Financial diseñó tarjetas de débito personalizadas que permiten bloquear compras por internet o restringir su uso a determinadas tiendas. También es posible establecer límites de gasto y otorgar acceso a familiares para supervisar las transacciones.
Por otra parte, algunos bancos están desarrollando algoritmos capaces de identificar patrones sospechosos en el comportamiento financiero de sus clientes. Si una persona mayor que usualmente realiza pequeñas compras de supermercado de repente transfiere grandes sumas al extranjero, el sistema puede generar una alerta automática y activar protocolos de verificación.
El impacto psicológico de sentirse protegido
Uno de los efectos menos visibles del fraude financiero es el impacto emocional: las víctimas suelen sentir vergüenza, miedo y pérdida de confianza en sí mismas. Saber que existen mecanismos preventivos cambia esta narrativa. Las personas mayores pueden acercarse al banco con menos temor y más autonomía, reforzando la inclusión financiera y evitando depender de familiares o terceros.
De hecho, cuando las instituciones demuestran que protegen activamente a sus clientes, generan fidelidad y mejoran su reputación en la comunidad.
La oportunidad para América Latina
En América Latina y el Caribe, donde la digitalización avanza rápido, la vulnerabilidad de las personas mayores frente al fraude es un desafío creciente. Sin embargo, también es una oportunidad para innovar. Adoptar tecnologías de detección temprana, crear productos financieros adaptados y promover campañas de educación digital pueden marcar la diferencia entre la exclusión y la confianza.
Además, estas soluciones no benefician únicamente a las personas mayores. La protección contra fraudes mejora la seguridad de todo el sistema financiero y fortalece la percepción de que los bancos son aliados confiables en la vida cotidiana.
La lucha contra el fraude financiero a personas mayores no debe basarse solo en prohibiciones o restricciones, sino en innovación. La inteligencia artificial y la tecnología pueden convertirse en un escudo que protege a los más vulnerables, sin sacrificar autonomía ni dignidad. La pregunta que queda abierta es: ¿cuántas instituciones en nuestra región están dispuestas a invertir en soluciones que no solo generen ganancias, sino también confianza y seguridad?

