La salud mental como derecho incumplido: una brecha que supera el 70%
Imagina que, si necesitaras atención médica para una dolencia física común, solo pudieras recibirla 30% de las veces. Parece impensable, ¿verdad? Ahora aplica esa misma situación a la salud mental, un pilar esencial del bienestar que sostiene nuestras decisiones, relaciones y participación en sociedad. Aunque la salud mental está reconocida como un derecho humano fundamental, los datos globales y regionales muestran una realidad alarmante: la mayoría de las personas que necesitan apoyo no lo reciben. Este hecho, conocido como la “brecha de tratamiento”, es una crisis de inclusión y derechos humanos que no podemos seguir ignorando.
La salud mental es un derecho, pero el acceso sigue siendo un privilegio
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) definen la salud mental como un estado de bienestar que permite afrontar el estrés, desarrollar habilidades, aprender y trabajar adecuadamente. Es más que la simple ausencia de trastornos.
Sin embargo, a pesar de este reconocimiento y de la alta prevalencia de trastornos mentales, casi una de cada siete personas en el mundo vive con uno, el acceso a una atención efectiva sigue siendo extremadamente limitado. Esta desconexión entre el reconocimiento legal y la realidad es uno de los hallazgos más preocupantes: mientras se declara la importancia de la salud mental, los sistemas de atención permanecen fragmentados, con recursos insuficientes y respuestas ineficaces.
Una brecha que deja fuera a millones
La magnitud de la crisis es evidente. Globalmente, los recursos asignados para abordar la carga de los trastornos mentales son insuficientes. En muchos países, esta escasez ha provocado una brecha de tratamiento que supera el 70%. La situación es aún más crítica en América Latina y el Caribe (ALC), donde esta mediana asciende al 77.9%. Profundizando en condiciones específicas, la brecha para la depresión en ALC es del 73.9%, y para los trastornos por consumo de alcohol se dispara al 85.1%.
El estigma: Un obstáculo invisible
Si bien la escasez de recursos es la causa principal de esta brecha, la situación se agrava por factores sociales profundamente arraigados. El estigma, la exclusión social y la discriminación que rodean a las personas con trastornos mentales no solo dificultan la búsqueda de ayuda, sino que también contribuyen a la ineficiente utilización de los recursos existentes. Las personas con afecciones de salud mental son más propensas a experimentar niveles bajos de bienestar mental, y aunque existen opciones eficaces de prevención y tratamiento, la falta de acceso y el miedo al juicio social crean una barrera casi infranqueable.
La OMS ha reconocido la necesidad de campañas para la reducción del estigma, porque es ineludible que la discriminación es un obstáculo para la salud pública. Hasta que la sociedad no trate la salud mental con la misma urgencia y respeto que la salud física, esta brecha persistirá.
Los efectos en la salud
Un aspecto que suele pasarse por alto es cómo los trastornos mentales interactúan con otras condiciones de salud.. Los trastornos de salud mental aumentan el riesgo de otras enfermedades y contribuyen a lesiones, tanto intencionales como no intencionales. Por ejemplo, los trastornos mentales y neurológicos, como la demencia y la depresión en adultos mayores, contribuyen significativamente a la carga de enfermedades no transmisibles. Esta interconexión subraya que la inversión en salud mental es, de hecho, una inversión en la salud integral de la población.
Este punto desafía la visión tradicional de que separa la salud física de la mental. La evidencia demuestra que atender la depresión, por ejemplo, no solo mejora el bienestar psicosocial, sino que probablemente reduce riesgos asociados a enfermedades físicas. Por ello, la OMS recomienda que haya paridad entre los aspectos físicos y mentales de la atención de salud, lo que implica que los servicios deben integrarse. Esta integración es crucial, especialmente cuando se considera la alta prevalencia de trastornos como los de ansiedad (359 millones de personas en 2021) o el trastorno bipolar (37 millones de personas en 2021).
La salud mental es un componente esencial para el desarrollo personal, comunitario y socioeconómico. Sin embargo, los datos nos enfrentan a una realidad incómoda: para siete de cada diez personas que necesitan ayuda, ese derecho simplemente no se cumple.

