¿Por qué la inclusión de la juventud con discapacidad es la estrategia económica más inteligente?
En el debate sobre la inclusión, a menudo nos centramos en la moralidad y la justicia social, que son, por supuesto, fundamentales. Sin embargo, detrás de estos objetivos se esconde una verdad económica impactante: la exclusión cuesta una fortuna. La marginación de la juventud con discapacidad es una strategia financiera desastrosa que limita el crecimiento.
La carga financiera que detiene el desarrollo
El costo económico de excluir a las personas con discapacidad de los mercados laborales se sitúa entre el 3 y el 7 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) de un país. Esta cifra es una medida directa de la riqueza potencial perdida y la eficiencia económica socavada. La exclusión genera simultáneamente un costo social y uno económico, frenando el desarrollo.
Este rango porcentual debería ser un llamado de atención urgente para cualquier gobierno o empresa. La inversión en infraestructura, educación y programas de desarrollo a menudo se mide en fracciones del PIB; perder hasta el 7% por barreras evitables significa que el progreso se está saboteando desde dentro.
Cuando consideramos que hay entre 180 y 220 millones de personas jóvenes con discapacidad en todo el mundo, y que la gran mayoría, casi el 80 por ciento, vive en países de ingresos bajos y medianos, la magnitud de este peso económico global es incalculable. Estas personas, ya entre las más pobres y marginadas del mundo, enfrentan una doble desventaja, ya que son más propensas a vivir en la pobreza, incluso en naciones desarrolladas. Si queremos una transformación económica sostenible, tal como lo establece el Grupo del Banco Mundial en su agenda de Empleos y Transformación Económica, incluir a esta juventud no es opcional, sino crítico.
Educación, oportunidades y la brecha en el acceso
La exclusión educativa empieza mucho antes de que las personas jóvenes con discapacidad busquen su primer empleo. Muchaas de ellas tienen menos oportunidades para acceder a una educación de calidad, y eso les impide desarrollar las habilidades que más tarde les abrirían las puertas del trabajo.
Un dato que ilustra esta desigualdad es la brecha de alfabetización: en promedio, las personas jóvenes con discapacidad tienen 18 puntos porcentuales menos de alfabetización que sus pares sin discapacidad. Esto significa que, por cada 100 jóvenes sin discapacidad que saben leer y escribir, hay 82 con discapacidad que pueden hacerlo.
Además, estas personas jóvenes tienen el doble de probabilidades de no estar estudiando ni trabajando, una situación conocida como NEET (por sus siglas en inglés: Not in Education, Employment or Training). Dicho de otra forma, uno de cada dos personas jóvenes con discapacidad se encuentra fuera del sistema educativo y del mercado laboral, mientras que entre sus pares sin discapacidad esa proporción es una de cada cuatro.
El impacto en el hogar y la profundización de la pobreza
La exclusión laboral tiene consecuencias que van más allá del individuo; afecta a todo el núcleo familiar. Los hogares con miembros con discapacidad generalmente tienen ingresos más bajos y enfrentan un riesgo significativamente mayor de vivir por debajo de la línea de pobreza. En muchas ocasiones, la responsabilidad del cuidado recae en familiares (principalmente mujeres), quienes se ven obligados a renunciar a un empleo o a actividades de subsistencia sostenibles debido al limitado apoyo gubernamental.
Este es un punto crítico para comprender la profundidad de la crisis de exclusión. Las barreras no solo impiden que la persona con discapacidad obtenga ingresos, sino que también paralizan la capacidad productiva de las personas cuidadoras, que a menudo son los principales sostenes del hogar. Por lo tanto, los programas de inclusión deben ser integrales y considerar el apoyo a la familia.
La evidencia es reveladora. La exclusión de la juventud con discapacidad es un lujo que ninguna economía puede permitirse. Si realmente queremos una transformación económica, la inversión en inclusión, en la eliminación de la brecha de alfabetización de 18 puntos y en la reducción del desempleo debe ser la prioridad número uno.

