Ropa interior, ortesis y cuerpo: una intimidad en disputa para las personas con discapacidad

Ropa interior, ortesis y cuerpo: una intimidad en disputa para las personas con discapacidad

Lo que no se ve, también importa

La inclusión muchas veces se piensa desde lo público: rampas, transporte, empleo, escuela. Pero ¿qué pasa con lo más íntimo? Ropa interior, ortesis y contacto directo con el cuerpo son territorios donde la exclusión también deja marcas. Prendas que raspan, elásticos que cortan la circulación, ortesis mal adaptadas, ropa que no se puede poner o sacar sin ayuda. Todo eso sucede donde nadie mira, pero afecta directamente la dignidad, la autonomía y la comodidad cotidiana de millones de personas con discapacidad.

Este artículo propone hablar de lo que casi no se habla: la relación entre el cuerpo y la ropa íntima, no desde la vergüenza ni desde el tabú, sino desde el derecho a habitar el cuerpo sin dolor, sin incomodidad y sin barreras impuestas por el diseño normativo.

Cuando la ropa interior es una barrera

Para muchas personas con discapacidad, la ropa interior estándar es un obstáculo diario. Los problemas son múltiples:

  • Telas abrasivas o costuras gruesas, especialmente difíciles para personas con hipersensibilidad táctil o sensibilidad alterada por prótesis, catéteres o cirugía.

  • Talles reducidos y sin elasticidad funcional, que no contemplan cuerpos diversos, ortesis o dispositivos médicos.

  • Diseños difíciles de manipular para personas con movilidad limitada en manos, brazos o caderas.

  • Modelos sexualizados o infantilizados, sin opciones funcionales y dignas al mismo tiempo.

En resumen: lo íntimo también puede excluir. Y el cuerpo, en su intimidad más pura, merece respeto.

Ortesis y dispositivos: diseñar con el cuerpo, no contra él

Ortesis, fajas, corsés, férulas o sistemas de soporte corporal son fundamentales para muchas personas. Sin embargo, estos dispositivos suelen diseñarse desde una lógica clínica, no humana: priorizan la funcionalidad ortopédica sin considerar el confort, la estética ni el deseo de la persona que lo usa.

Esto genera incomodidad constante, dolor o incluso lesiones por uso prolongado. Además:

  • Complican el uso de ropa interior convencional, al no integrarse bien con calzones, sujetadores o camisetas.

  • No consideran la estética o el deseo, reforzando la idea de que un cuerpo con ortesis no puede ser sensual, cómodo o deseable.

  • Dificultan la autonomía, al necesitar asistencia para poner o sacar prendas que pasan por encima o debajo del dispositivo.

Diseñar ortesis con perspectiva de accesibilidad y co-creación es urgente. Pero también lo es pensar en ropa interior compatible con ellas, que no invada, no presione, no lastime.

El derecho al cuerpo cómodo, al cuerpo íntimo, al cuerpo propio

Vestirse es un derecho. Pero vestirse por dentro —cuidar la piel, el contacto, el roce, el descanso del cuerpo— también debe serlo. Tener acceso a ropa interior adecuada, ortesis bien diseñadas y textiles que abracen en vez de dañar es parte de una vida con dignidad.

Esto implica:

  • Incluir personas usuarias reales en el diseño de estas prendas.

  • Acceso económico a ropa funcional: no puede ser un privilegio.

  • Que la estética no se contraponga a la comodidad.

  • Que lo médico no borre lo íntimo.

La autonomía no se juega solo en la calle: se construye también al vestirse y desvestirse sin dolor ni vergüenza.

El diseño inclusivo también puede ser bello, deseante, afirmativo. No se trata solo de cubrir el cuerpo, sino de habitarlo en plenitud. ¿Qué piensas de esto? ¡Dejanos tu comentario! Te invitamos a leer nuestro artículo: Lancôme presenta HAPTA: tecnología de maquillaje para personas con discapacidad motora

Discapacidad y salud menstrual: cómo afecta y qué barreras persisten en el acceso a productos e información

Discapacidad y salud menstrual: cómo afecta y qué barreras persisten en el acceso a productos e información

Hablar de menstruación sigue siendo un tabú en muchas sociedades. Cuando se trata de personas con discapacidad, ese silencio puede ser aún mayor. Las barreras sociales, culturales, económicas y estructurales que afectan el acceso a una gestión menstrual digna se multiplican para quienes conviven con alguna condición de discapacidad, generando desigualdades que impactan en la salud, la autonomía y la participación plena en la vida cotidiana.

¿Por qué es importante hablar de menstruación y discapacidad?

La menstruación es una experiencia fisiológica natural, pero no todas las personas pueden gestionarla de la misma manera. Las personas con discapacidad —especialmente aquellas con discapacidades motrices, sensoriales, psicosociales o cognitivas— pueden enfrentar obstáculos adicionales para acceder a información clara, productos adecuados, espacios higiénicos o apoyos personalizados.

Incluir esta conversación en la agenda de derechos es fundamental para reconocer que la salud menstrual también es una cuestión de equidad, dignidad y autonomía.

Barreras frecuentes en la gestión menstrual

Acceso limitado a productos menstruales

Muchas personas con discapacidad viven en condiciones de pobreza o dependen de cuidadores o instituciones para acceder a productos como toallas higiénicas, tampones o copas menstruales. En algunos contextos, estos productos no están adaptados ni se distribuyen en programas de asistencia con perspectiva de accesibilidad.

Falta de privacidad y autonomía

Algunas personas requieren apoyo para cambiar sus productos menstruales o higienizarse. La ausencia de espacios accesibles, seguros y privados puede vulnerar su derecho a una gestión menstrual digna y respetuosa. Esto se agrava en instituciones de cuidado, escuelas o centros de salud sin protocolos adecuados.

Escasez de información accesible

La educación sexual y menstrual muchas veces no contempla las necesidades de personas con discapacidad visual, auditiva o intelectual. Hay pocos recursos adaptados en lectura fácil, lengua de señas o formatos alternativos. La falta de información clara puede generar confusión, miedo o dependencia excesiva.

Estigmas y desinformación

Persiste la idea errónea de que algunas personas con discapacidad no menstrúan, no comprenden lo que les sucede o no necesitan recibir educación sobre su cuerpo. Este tipo de mitos refuerza el capacitismo y limita la posibilidad de hablar abiertamente sobre lo que viven, sienten o necesitan durante el ciclo menstrual.

¿Qué se puede hacer?

Adaptar la educación menstrual

Es fundamental desarrollar materiales educativos inclusivos, en diversos formatos y lenguajes, que permitan a todas las personas comprender su cuerpo, su salud y sus derechos. Esto incluye talleres en lectura fácil, materiales audiovisuales con lengua de señas, pictogramas y recursos para familias o cuidadores.

Garantizar el acceso a productos adecuados

Los programas públicos de salud menstrual deben considerar a las personas con discapacidad como grupo prioritario, ofreciendo productos sin costo, adaptados y distribuidos de forma accesible, incluso en instituciones de cuidados o contextos rurales.

Mejorar la infraestructura sanitaria

Los baños deben contar con elementos de apoyo como barras, espacio suficiente para sillas de ruedas, superficies higiénicas y condiciones de privacidad. También es clave que el personal de instituciones educativas o de salud esté capacitado para acompañar la gestión menstrual desde una perspectiva de derechos.

Promover el derecho a decidir

Las personas con discapacidad tienen derecho a decidir sobre sus cuerpos, incluyendo cómo gestionar su menstruación. Evitar prácticas no consensuadas, como esterilizaciones forzadas o intervenciones médicas sin consentimiento informado, es parte del respeto a su autonomía corporal.

Una cuestión de justicia menstrual

La salud menstrual no debe ser un privilegio. Hablar de menstruación en clave de discapacidad es reconocer que no todas las personas viven esta experiencia de la misma manera, y que garantizar el acceso a información, productos, apoyo y espacios adecuados es parte de construir una sociedad más inclusiva.

Incorporar la perspectiva de discapacidad en las políticas de salud menstrual no solo mejora la calidad de vida de millones de personas, sino que nos invita a repensar cómo abordamos los cuidados, la autonomía y el derecho a habitar nuestros cuerpos sin barreras.

¿Conoces experiencias o recursos que hayan mejorado la gestión menstrual de personas con discapacidad? ¿Qué barreras aún persisten en tu comunidad? Te invitamos a compartir tu mirada en los comentarios. Visibilizar estas realidades es el primer paso para transformarlas.

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