Comprender las escaras: más que una lesión en la piel

Las escaras, también conocidas como úlceras por presión, son lesiones que se desarrollan cuando una zona del cuerpo permanece comprimida durante mucho tiempo sin moverse. Afectan principalmente a personas con movilidad reducida, que pasan períodos prolongados sentadas o acostadas, y pueden convertirse en un problema grave si no se detectan y tratan a tiempo.

Más allá de la afectación física, las escaras pueden tener un fuerte impacto en la salud emocional y en la autonomía de las personas. Por eso, visibilizar esta realidad y promover acciones de prevención es clave para asegurar una vida digna y sin dolor para quienes viven con algún tipo de discapacidad motriz.

¿Por qué se producen?

Las escaras surgen cuando la presión continua impide que la sangre fluya correctamente en una zona del cuerpo, generando daño en la piel y tejidos. Las áreas más vulnerables suelen ser:

  • Talones

  • Glúteos

  • Caderas

  • Hombros

  • Parte baja de la espalda

Las personas que usan silla de ruedas o que pasan muchas horas en cama tienen mayor riesgo, especialmente si no cuentan con los recursos adecuados para realizar cambios de postura, utilizar cojines especiales o recibir acompañamiento terapéutico.

Factores de riesgo

Algunos factores que aumentan la probabilidad de desarrollar escaras incluyen:

  • Inmovilidad prolongada

  • Pérdida de sensibilidad en ciertas partes del cuerpo

  • Humedad constante (por ejemplo, por incontinencia)

  • Desnutrición o bajo consumo de proteínas

  • Falta de acceso a atención médica o acompañamiento especializado

¿Cómo afectan a las personas con discapacidad?

Las escaras no son solo una lesión. También pueden:

  • Limitar aún más la autonomía de la persona.

  • Generar dolor crónico e infecciones.

  • Aumentar la necesidad de intervenciones médicas o quirúrgicas.

  • Afectar la autoestima y la calidad de vida.

  • Representar una carga económica y emocional para las familias cuidadoras.

Además, en contextos donde el acceso al sistema de salud está restringido, muchas personas no reciben atención adecuada, lo que puede agravar aún más la situación.

Prevención: un compromiso compartido

La buena noticia es que las escaras son altamente prevenibles con estrategias de cuidado diario. Algunas recomendaciones clave incluyen:

  • Cambiar de posición regularmente, al menos cada 2 horas si la persona está acostada y cada 15-30 minutos si usa silla de ruedas.

  • Usar colchones y cojines antiescaras, que distribuyen el peso y reducen la presión en puntos sensibles.

  • Mantener la piel limpia y seca, evitando la humedad constante.

  • Revisar diariamente las zonas de mayor riesgo para detectar cualquier enrojecimiento, dolor o herida incipiente.

  • Garantizar una alimentación equilibrada rica en proteínas, vitaminas y líquidos.

  • Fomentar la movilidad, incluso mínima, según las posibilidades de cada persona.

También es fundamental capacitar a familias, acompañantes y cuidadores, tanto en el hogar como en instituciones, para que sepan cómo actuar de manera preventiva.

La importancia del acceso a productos, terapias y tecnologías

La prevención y tratamiento de las escaras muchas veces requiere acceso a insumos médicos específicos, como:

  • Colchones y cojines especializados

  • Crema protectora para la piel

  • Vendajes o apósitos adecuados

  • Fisioterapia para activar la circulación

  • Asesoramiento nutricional

Cuando estos recursos no están disponibles —por falta de cobertura, barreras económicas o desconocimiento— el riesgo de complicaciones aumenta. Por eso, la accesibilidad también debe contemplar el derecho a una atención integral en salud.

Las escaras son una consecuencia evitable de la falta de movilidad prolongada. No deberían formar parte “natural” de la vida de una persona con discapacidad, ni aceptarse como algo inevitable. Su existencia refleja muchas veces una falta de acceso, prevención y acompañamiento adecuados.

Prevenirlas requiere acción colectiva: familias, profesionales de la salud, instituciones y autoridades deben garantizar que todas las personas, sin importar su condición física, vivan sin dolor evitable y con autonomía plena.

 

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